Iniciando con la apreciación de su origen, la lechuga romana no apareció primero en Europa, siendo más bien relacionada a la región arábica de Asia, siendo de esta manera que luego llegaría al viejo continente en base a las conquistas que realizara el Imperio Romano, siendo así que gana su nombre actual.
Con relación a la lechuga romana en sí, se puede notar que cuenta con hojas más robustas y grandes que otras variedades además que el nervio central que conecta las hojas también se puede considerar como mucho más notorio y fuerte. Esta imagen robusta de sus partes hace que la lechuga romana sea mucho más resistente ante las inclemencias del calor. Aparte de todo ello también se le ha llegado a considerar como un alimento anticancerígeno, teniendo así también un tipo de valor desde el punto de vista médico.